hoy seré feliz! fundación osde | 2014
¡Hoy seré feliz! | Intervención en Salitas ¿Qué es la felicidad? ¿Dónde está? ¿Cómo reconocerla? ¿Existe? ¿Alguien la vio alguna vez? Probablemente estas, y muchas otras, sean preguntas que alguna vez nos hemos hecho. O que aún continuamos haciéndonos. Muchas incertidumbres y pocas certezas para comprender ese estado fértil y fecundo, que parece ocuparnos y preocuparnos a miles de millones de norte a sur. ¿Y por qué preocuparse por la felicidad, habiendo tantas otras urgencias desesperadas? Y si de alguna manera pudiéramos definirla, con mejores o peores palabras, ¿qué utilidad tendría? ¿A quién le serviría? ¿A quién le importaría? A mí. Este estado de paz interior, alegría y ánimo positivo me importa mucho. Y creo hoy tener una posible respuesta a esa forma de operar casi puramente desde el sistema límbico (lo que no significa, claro, que sea la única respuesta). La felicidad es ese estado que se siente cuando uno es amado. Punto. Y ese estado (ser “el amado”) no llega de manera espontánea. Es un camino que se debe transitar, como si fuera un puente al que hay que cruzar en ambos sentidos, por lo menos, una vez en la vida. La ida implica avanzar en busca de ella, salir de un estado sombrío y entrar en otro, luminoso, el estado del felix, de lo fértil, de la armonía. Y el regreso no implica otra cosa más que desandar el camino, descruzar el puente, activar la añoranza. La ida, la ilusión del encuentro con quien nos ama. La vuelta, el desencuentro. Esta instalación en las Salitas, Espacio de Arte de la Fundación OSDE establece las condiciones necesarias para recrear el estado del felix. Está el invierno, lúgubre reino de lo frío y lo gris. El hábitat de la reflexión, la pausa, el silencio o el dolor. Y está el puente, ese tránsito necesario, recorrido que – de antemano – conoce el resultado a alcanzar en cada lado. Y está el río, accidente geográfico que enfatiza los destinos que nos esperan sea cual fuere la orilla que nos sostenga. Y está la primavera, con todo el color con que vestimos a quien nos ama. Y al otro lado está quien nos ama, entonces también la felicidad. Unos pocos metros nos separan de la felicidad, abismo que no es físico, sino mental. |